El canto grupal ha estado vinculado al hombre desde la vida en comunidad y ha servido históricamente como elemento o herramienta de cohesión, generadora de identidad, movilizadora de energía y, por todo ello, terapéutica y sanadora. Este trabajo pretende recuperar esas sensaciones de pertenencia grupal y de conexión interpersonal sin hacer uso de la palabra, del lenguaje. En la tribu no hay cantantes, ya que todos cantan, no se trata de cantar bajo los parámetros de bien o mal, sino de cantar para pertenecer, para unir, para, de alguna forma, ser.
El propósito de este taller persigue conectar con la propia voz y vibración y, a través de ellas, conectar con el otro, con todo aquello que me une a los demás y que es mucho más que lo que me separa. Se trabaja desde el reconocimiento del otro como parte de mí y viceversa, por ello la propuesta persigue acercar distancias entre colectivos o polaridades a priori alejadas o diferentes. En este caso, partiremos desde un punto de vista individual para que las sonoridades vayan creciendo configurando encuentros de a dos, pequeños grupos… y desde ahí conformar una comunidad, una tribu en la que todos ven reconocida su individualidad pero se ven amparados y sostenidos por la energía del grupo.
Las dinámicas que se plantean en este trabajo en concreto tienen un aspecto que puede parecer informal o lúdico, pero se proponen de esta forma para crear un espacio seguro, de confianza y de no juicio. Aun así, en todo momento se invita a los participantes a que realicen un ejercicio de consciencia para que las propuestas cumplan con su objetivo transformador.
Deja una respuesta